Es con gran tristeza que la familia de Johanna Meraz anuncia su inesperada partida que sucedió el día 18 de julio del año 2020 a la corta edad de 38 años. Johanna nació en Orange County, CA. el 23 de Septiembre del año 1981. Es precedida en la muerte por su padre biológico Arturo Valencia Lucatero. Le sobreviven su esposo, Candido Meraz; hijos, Candido Junior; Jose Manuel; Francisco Nicholas; Jordan; Aldayir; y hijas, Mailani Jayleen y Guillermina Kaylani; nieto, Ayden Christopher; madre Bertha Mejia Mota; padre de crianza, Guadalupe Godinez Hernandez; hermano, Jorge; y hermanas, Ariana Rubi y Cinthia.
Desde el principio, la vida de Johanna no fue fácil. Enfrentó muchas dificultades al no tener a su padre y tener una madre que dio a luz a los 14 años. Aunque no carecía de cariño, tuvo que traspasar momentos de su niñez y juventud difíciles. Pero aun así, ella siempre mantuvo una sonrisa y jugaba felizmente junto a sus hermanitos. Al pasar el tiempo, ella continuó su lucha contra los golpes de la vida y vivió gran parte de su dolor en silencio. Ella se hacía pequeña e invisible para que los que estuvieran a su alrededor pudieran sentirse grandes. Pero poco a poco ella supo convertir cada lágrima en una sonrisa. Tal vez por eso adoraba a las mariposas. Por su capacidad de atravesar una metamorfosis y transformar lo pasado y doloroso en algo hermoso y admirable. Ella sobrellevaba sus miedos y aflicciones con un poco de maquillaje y unas canciones de Jenni Rivera. Con eso, ella se volvía invencible.
Se puede decir que lo que a ella le faltó, ella lo multiplicó y se lo dio al mundo. Así era el amor que ella brindaba. Un amor capaz de llenar cualquier vacío. El que se entrega por completo. Un amor incondicional que solo encuentras pocas veces en la vida. Johanna tenía una dulzura que se sentía a lo lejos. Cada vez que te veía podías ver como se le alumbraban los ojitos y se le escapaba una sonrisa.
Aquellos que no llegaron a conocerla a fondo saben que no era necesario haberla conocido tantos años para apreciarla. Y es porque solo bastaba una conversación, una mirada, un abrazo para quererla. Johanna sabía ser la esposa, madre, hija, hermana, familia, amiga, vecina que tu necesitaras en ese momento. Con ella podias compartir tus tristezas, alegrías, dudas, pensamientos y hasta unos buenos tragos. Todo eso sin recibir críticas o prejuicios. Sabía abrigarte con amor y con solo una mirada compartía su ilusión.
Era la gran mujer que seguía adelante aun cuando se le agotaban las fuerzas. Y es que tenía seis razones por las cuales sobresalir cualquier dificultad. Los tesoros más cercanos a su corazón - sus “chiquitilingos” Candido Jr., Jose Manuel, Francisco, Jordan, Mailani y Guille. Los que le hacían travesuras a diario y siempre la hacían reír. Los que la tenían consentida y quienes compartían sus alegrías, aventuras, y dolor. Los mismos que llevan su ternura, carisma y fuerzas de luchar en la sangre. Johanna era una divina reina y sus hijas sus pequeñas princesas. Tal cual, nunca veías a las niñas sin el resplandor de un moño y jamás sin que tuvieran su ropita bien coordinada y con estilo.
Su inesperada partida nos ha dejado con un gran vacío y con la tristeza de que no podrá compartir más momentos especiales con nosotros. Sin embargo, durante su tiempo aquí, dejo recuerdos con cada uno de nosotros y llevo muchos con ella también.
Johanna pudo ver como su hijo mayor Candido Jr. encontró el amor y se casó con Karla Lainez. Y juntos pudieron darle a Johanna la alegría de ser abuela y tener un nieto noble y encantador al igual que el risueño de su papá. Junior, quien siempre fue el amoroso osito de peluche de su mamá. Su refugio y consolación. Con el quien podía ir a citas de desayuno entre madre e hijo y platicar. Pero también quien le sacaba sustos con sus bromas y travesuras.
Llegó a ver como su segundo hijo Jose Manuel dejaba de ser niño y se volvió un hombre responsable y detallista. El que desde chico comenzó a trabajar junto a su hermano Junior. Quien al recibir las ganancias del sudor de su frente siempre estaba atento a lo que faltara en casa y se aseguraba de que su madre tuviera dinero para sus gastos. Incluso le compraba zapatos a sus hermanos y hermanas menores sin olvidar un detalle como un perfume para su mamá.
Francisco, con sueños de ser cantante, le dio la oportunidad a Johanna de verlo cantar a diferentes públicos. En cada momento ella estaba ahí sin falta para apoyarlo orgullosamente. Incluso cuando practicaba canciones desde la ducha repetidamente. Francisco, si algun dia decides subirte a más escenarios, recuerda que tu mama estara ahi contigo en primera fila.
Jordan fue su mano derecha, el que nunca se apartaba de su lado. Con su madurez sorprendente y habilidad de resolver cualquier problema críticamente era el que la acompañaba a todos lados. Ya fuera a comer, a pagar facturas o a esperarla cuando iba a hacerse las uñas.
Sin duda, Johanna finalmente recibió su milagro con la llegada de Mailani. La niña que ella tanto deseaba y esperaba. Desde el momento en que nació, Mailani mostró señas de ser luchista al igual que su madre. A pesar de haber nacido prematuramente y pesar tan solo dos libras, ella sobresale y crece sanamente heredando la sonrisa contagiosa de su madre y con la actitud de reina. Mailani fue su pequeña mariposa.
Guillermina fue el último regalo que nos dejó Johanna. Un rayito de luz en medio de la oscuridad. Johanna pudo estar ahí para el primer cumpleaños de su niña días antes de que falleciera. Le pudo dejar un último recuerdo. Y pronto con presto Guille va creciendo, descubriremos algo de lo que tiene guardado - lo que heredó de su mamá.
No cabe duda que los hijos e hijas de Johanna serán su mayor legado. Ellos la recordarán por su amor indeleble que nunca fallo y nosotros por medio de cada uno de ellos. Su luz brillará a través de ellos por siempre.
Johanna se despide de la misma forma en que lo hacía en vida, con una bendición y con la esperanza de volverlos a ver.
“Que Diosito me los cuide.”
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